Una voz en la oscuridad by Barbara Cartland

Una voz en la oscuridad by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland [Barbara Cartland]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Bantam
publicado: 2016-03-27T03:43:55+00:00


Capítulo 5

Regresando de Florencia en el carruaje junto al señor Chambers, Susana traía un paquete entre las manos.

—Había pasado algunas horas en las tiendas del Ponte Vecchio buscando un regalo para el señor Dunblane.

Finalmente, después de mucho pensarlo, había optado por una cajita de música del siglo XVIII la cual tocaba una alegre tonadilla, que según le habían informado en la tienda, era una danza campesina de la Edad Media.

El señor Chambers, como si leyera en su mente, dijo:

—Estoy seguro de que Fyfe estará encantado con su regalo.

No tiene familia que lo recuerde en ocasiones especiales.

—Supongo que sus padres están muertos.

—Sí, y siempre ha sido una persona muy solitaria a pesar de…

El señor Chambers se detuvo y no terminó la frase.

—Me alegro mucho que me haya dicho que hoy es su cumpleaños. De otra manera nunca lo hubiera sabido.

—En realidad yo debería darle a usted un regalo.

Susana miró al señor Chambers sorprendida y éste le explicó:

—No se imagina el cambio que su presencia ha hecho no sólo en mi jefe sino también en mí.

—Yo no creo… entender.

—Cuando cruzamos el Atlántico después de su accidente, creí que no iba a poder soportar la tensión de vivir con él —comentó Chambers.

Le sonrió y continuó hablando:

—Conozco a Fyfe desde que era un niño en mi posición no sólo de secretario sino también como lo que la realeza llama un contralor. Sin embargo, después del accidente, cuando lo dominó la desesperación por su ceguera, yo me sentí como un extraño, impotente y como si nunca lo hubiera conocido.

—Debió de haber sido muy difícil para usted —opinó Susana.

—Lo fue —asintió Chambers—. Por fortuna, después usted llegó y todo fue diferente.

—Es muy amable en decir eso.

—Es la verdad. Usted no sólo lo ha ayudado en sus momentos más difíciles, sino que también le ha dado nuevos horizontes a su mente.

El señor Chambers rió.

—Suena muy poético, pero no hay otra forma para explicar cómo usted lo ha interesado en nuevos temas, haciéndolo utilizar su cerebro más que nunca.

—Es maravilloso escucharlo decir esas cosas —dijo Susana—. Yo nunca había sido tan feliz en toda mi vida.

—Parece serlo —repuso Chambers—. Todo su ser vibra de felicidad.

—Resulta muy interesante cuando discutimos los libros que leemos en voz alta.

La voz de Susana tenía un tono de emoción, como si estuviera hablando consigo misma y en seguida añadió:

—Espero que los libros que encargamos a París ya hayan llegado.

—Estoy seguro de que sí —respondió Chambers.

—Era una lista muy larga. Los dos nos hemos interesado en las obras de Gustave Flaubert.

—Los he oído discutir acerca de «La educación sentimental» —expresó Chambers—. Y me pregunté si Madame Bovary era una lectura propia para una jovencita como usted.

—Cuando discutimos Fyfe y yo nos consideramos críticos literarios.

Susana sabía que, quizá, los libros que leían en francés resultaban más emocionantes que los que leyeran en inglés y en italiano.

Pero también sabía que lo importante no eran los libros sino el hombre que estaba escuchando.

Un hombre quien estaba preparado siempre para enfrentarla con preguntas eruditas en el momento en que ella dejaba de leer.



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